La catedral de Notre Dame albergó el domingo su primera misa desde el catastrófico incendio de 2019.


El evento fue solemne e histórico. El arzobispo Laurent Ulrich presidió la misa matutina, incluida la consagración de un nuevo altar de bronce.


La liturgia, a la que asistieron el presidente francés, Emmanuel Macron, el clero, dignatarios e invitados, que sumaron unas 2.500 personas, se celebró a puerta cerrada. Participaron en la celebración casi 170 obispos de Francia y de todo el mundo, junto con un sacerdote de cada una de las parroquias de la diócesis de París y un sacerdote de cada una de las siete iglesias católicas de rito oriental, acompañados por fieles de estas comunidades.


Algunos asistentes habían sido invitados por su diócesis u organizaciones religiosas, mientras que otros se despertaron antes del amanecer para tener la oportunidad de entrar a la catedral.


El camino hacia la restauración ha estado plagado de desafíos. La contaminación por plomo obligó a detener las obras y la pandemia de COVID-19 añadió retrasos. Sin embargo, el proyecto, supervisado por el arquitecto Philippe Villeneuve, ha sido aclamado como un triunfo del ingenio humano y la determinación colectiva. Se han instalado sistemas de prevención de incendios de última generación, incluidas cámaras térmicas y un sistema de nebulización, para salvaguardar el futuro de la catedral.

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