La historia detrás del doctor Víctor Núñez es inspiradora, pues desde muy pequeño se abrió paso para cumplir su sueño de ser médico, meta que no pudo haber logrado sin la ayuda de su mamá.
El joven internista de 24 años de edad quedó huérfano de padre cuando tenía nueve, momento en el que su mamá comenzó trabajar como empleada doméstica para llevarle el sustento a él y a sus hermanos.
En esta labor de manutención, Víctor no se quedó atrás y consiguió un empleo como ayudante de albañilería recién cumplidos los 14 años; momento en el que también integró a sus metas de vida convertirse en médico.
Logra su meta
Víctor contó a Infobae que, una tarde su madre se sentó a hablar con él y le garantizó que a punta de esfuerzo, disciplina y trabajo cumplirían su sueño y se convertiría en el primer integrante de su familia en ser profesionista.
“Me dijo que, como sea, lo íbamos a lograr. Hoy ella sigue siendo un gran pilar en mi vida y la persona más feliz a la hora de verme realizado”, afirmó.
Su adolescencia y parte de su juventud la pasó trabajando y estudiando, rutina que se volvía cada vez más complicada por los propios requerimientos de su carrera. Pero se las ingenió para dedicarse a la reparación de equipos de computo.
Ya sea como auxiliar de albañilería, como reparador de computadoras, Víctor ayudaba a pagar sus gastos trabajando en su poblado de origen Godoy Cruz, Argentina, para después mudarse a Mendoza y continuar su carrera universitaria.
Con 17 años, Víctor ingresó a la Universidad y este triunfo en su camino se vio recompensado con una beca que lo ayudaría a continuar sus estudios, pagar libros, transporte, copias y todo lo requerido.
“Había que salir a trabajar, pero eso no me amedrentaba. En el fondo sabía que todo iba a darse más allá del cansancio, del estrés, de la tristeza que sentí en muchísimas ocasiones”, expresó.
Pero todo esfuerzo y disciplina tienen su recompensa y, ahora, Víctor recorre los pasillos del hospital público donde nació ataviado en uniforme de médico residente, con gafas en color negro y una sonrisa que denota empatía y agradecimiento en todo momento.
(Con cuidado de Plumas Atómicas)